Por fin una vez concluido este proceso electoral que ha dejado en quienes seguimos confiando en un mejor país, el agrio sabor de mirar como sin pudor los magistrados avalaron una elección plagada de denuncias e incertidumbre sobre la compra de voluntades y conciencias, por fin, decía, me siento a escribir otra vez solo porque como Saramago dijera, siempre puede uno llamar a la puerta del cuaderno, porque es el lugar en el que mejor se siente expresarse.
Dicho pues, mientras la vida regala a una hermosa niña la madurez que la convierte en mujer y que me deja a mí estar cerca de su querida madre que es mi amiga y mientras mi otra querida amiga M debate en su interior con el placer de poder decir no al amor, asumiendo sin saber el temor que esto significa de estar echando a la suerte lo que se creía extinto. Mientras mis hermosas amigas acomodan sus cartas, sufren y son tan fuertes que pueden reír de ello como para cortarse las venas con galletas saladas, mientras van y vienen en la esperanza, en la rutina de ser madres, amigas, esposas, amantes, en fin de ser muchas mujeres en una, mientras todo eso ocurre a mí solo me salta la duda de si el amor perfecto es como la democracia perfecta: inexistente a pesar del incesante esfuerzo por encontrarlos no llegan a ser nunca lo que esperamos.
Pienso entonces si el amor se acaba o si es que solo mal llamamos amor a la compatibilidad que no encontramos fácilmente, a la cómoda sensación de unos brazos que nos regalan una estela apenas fina de paz y tranquilidad, de unos besos que nos dan seguridad, protección y hasta por qué no que derivan en orgasmos que uno de pronto quisiera eternizar.
A estas alturas con rupturas a cuestas, con pensamiento de machín (dijera mi amiga ) con cicatrices coleccionadas, con caídas que dejan el orgullo herido, con egos alimentados por el puro placer, con aventuras que nunca conté y con mil y un pensamientos que nunca descifraré sigo creyendo que no sé nada sobre el amor, incluso no sé siquiera si se está mejor con él o si se vive bien sin él
Sé que me ha asfixiado, pero sé que no me ha matado, como dicen los que hallan paz en su Dios crucificado, como vivir de la misericordia de alguien que nunca nadie ha visto, pero del que necesitan saber para alimentar el espíritu.
En eso, ando pensando, caminando por las calles de esta caótica ciudad, cuando Leslie se convierte en huracán, como si no supiera que yo hace mucho pasé de ser mera depresión a un huracán con todo y esas pérdidas que voy dejando a mi paso.
En eso ando cuando me detengo a leer un articulo del diario El País.
"El fin del amor romántico hacia la pareja es una experiencia tan triste como, según las estadísticas, frecuente. Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2010 se rompieron 110.321 matrimonios. Es decir, unos 300 al día. Y no se cuentan las rupturas de parejas que no pasaron por el altar o el juzgado. Otro dato: el 25% de las personas de entre 19 y 39 años afirman sentirse menos enamoradas desde que se casaron, como se refleja en el informe Matrimonios y parejas jóvenes.
¿Malos tiempos para el amor romántico?
“Ya no siento lo mismo que al principio”, “me ha sido infiel”, “la quiero pero no estoy enamorado”, “me he enamorado de otra persona”, “ya no lo aguanto”… Motivos para que una pareja se rompa, hay muchos. Aunque seguramente el más frecuente sea el fin del amor para, al menos, uno de los miembros de la relación. Cuando dos personas se sienten atraídas y empiezan a enamorarse, “todo viene dado, no hay que hacer nada, sólo sentir”, explica Anabel López, psicoanalista del Espacio Psicoanalítico de Barcelona.
En la etapa de enamoramiento predominan la pasión, el sentimiento de que la otra persona nos colma de felicidad, las ganas de estar siempre en su compañía... Pero, como señala Isabel Menéndez, psicoanalista y autora del libro La construcción del amor, "enamorarse es disfrazar al otro con lo que nosotros necesitamos. Y eso es un engaño que nos hacemos y una exigencia al otro que es intolerable”.
Pero qué duda cabe de que enamorarse sienta de maravilla. “Cuando nos enamoramos, nuestro organismo segrega más adrenalina y noradrenalina –explica Luis de Rivera, psiquiatra y director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática–, hormonas que promueven la búsqueda del contacto físico. Y ese exceso hormonal puede durar como mucho dos o tres años”. Cuando ese subidón hormonal empieza a remitir, algunas personas echan tanto de menos esa sensación maravillosa que prefieren empezar de nuevo. Pesa más el deseo de recuperar ese chute neuroquímico que las ganas de seguir con la pareja.
Así que esa fase de enamoramiento acaba. Y debe acabar. Antes o después, hace acto de presencia la realidad. La fantasía de que el otro es perfecto cede, “y empiezas a ver sus limitaciones”, explica Isabel Menéndez. Algunas personas, cuando sienten que ese enamoramiento es menos intenso, se frustran y deciden poner punto final a la relación. En algunos casos, el amor no daba para más. Pero en otros, “ese fin del amor se debe a una creencia errónea: que el otro te debe colmar siempre, que no te puede frustrar”, apunta Menéndez. Cuando el príncipe azul o la mujer diez empiezan a ser impuntuales, perezosos, algo vulgares o, simplemente, personas normales, con sus luces y sus sombras, sus virtudes y sus limitaciones, las mariposas en el estómago no son tan frecuentes. La realidad ha hecho acto de presencia"
Entonces pienso en que todas tenemos algo de razón...cuando leo la frase final del artículo:
"¿Es posible desenamorarse voluntariamente? “Sí, pero cuesta y es doloroso”.
Luego entonces reflexiono que es posible enamorarse tambièn voluntariamente, todos los días, todas las noches, todos los momentos que podamos tener...habrá entonces que elegir bien...porque ya sabemos que va a doler.
Al final mi amiga y su hija amarán la vida que les ha ido regalando instantes juntas, se reconocerán la una en la otra siempre por el resto de sus días, porque aunque no han elegido ser madre e hija, la madre sí ha elegido expresarle todo el amor que es capaz de acumular. Luego, entonces por eso es quizá la mujer que más enamorada está de su hija para repetir siempre que vino al mundo para ser la madre de Ana, con un convencimiento, terriblemente honesto como casi nunca lo he oído en mi vida
O mi amiga M que al final se mira más feliz enamorada de un hombre que la agobia por ratos, como cuando se le niega a eso que mal llaman amor, la posibilidad de entrar de lleno en la vida de uno, como quien evita que se le lama una herida, pero si busca un refugio en el que se le abrace. Al final habrá siempre de comprender que su individualidad no tiene dueño, que es y será la escritora irredenta y dicen por ahí la mujer insaciable...digo, incansable ja.
van y vienen estas historias de amor y entre mi depresión postelectoral a mi me da la gana seguir creyendo que primero es necesario entender que el amor nunca es pertenencia y por el contrario la libertad siempre nos puede ayudar a decidir què es lo que amamos y còmo lo amamos.