Un radio empolvado y roto se escucha a todo volumen en el campamento Bugambilias de la Colonia Penal Federal Islas Marías. "Pero recuerda, nadie es perfecto y tú lo verás..será tu cárcel y nunca saldrás", Juan canta a todo pulmón, está lavando en una cubeta una playera amarilla con la leyenda: "No soy guapo pero soy chingón".
El jabón que está utilizando lo compró en una tienda, donde por 10 pesos compra también algo "para aguantar el encierro": un cigarro de "mota".
Pero el efecto "chido" de la mariguana le dura poco. Porque la última vez pasó 182 días encerrado en una celda de castigo, llamada La Marina que en este Penal es temida, porque son diminutos cuartos, en los que encierran hasta a 32 reos, que sólo salen una hora.
"Por una marihuana me aventé 181 días me pasé en La Marina, salí el 1 de mayo por una mariguana y no la estaba fumando la traía en la bolsa, pero la traía pues", dice.
Juan lleva cinco años en la Isla y le falta la mitad de su condena. Los reos coinciden en que Las Islas Marías son un paraíso, pero en él, agregan, "también vive el diablo".
Por eso todos temen caer en La Marina. "Ahí está re horrible son unos cuartitos de uno por tres y hasta 30 meten y está bien cochino, es una porquería porque nada más nos dejan salir una hora nada más para que te pegue el sol", dice Jesus Noé, un hombre que está preso por transportar droga.
La Borracha es otra celda de castigo que siempre está llena. Se llama así porque llegan los reos que toman "El turbo", una bebida hecha de frutas y arroz fermentada que contiene 120 grados de alcohol.
Tardan 15 día o más en prepararla en una cubeta de 10 litros. Se hace con frutas machacadas como guayaba, tamarindo piña, naranja, le agregan agua y levadura, y lo tapan para que fermente.
Luego en tambos de lámina que tienen enterrados en hornos de tierra, lo destilan. Vale 100 pesos el medio litro y según Miguel Ortiz, un recluso al que le decomisaron 3 mil kilogramos de cocaina, "con eso se ponen una borrachera".
Pero algunos no tienen suerte y despiertan en La Borracha, otra celda de castigo, donde van los que ingieren esa bebida alcohólica.
El sol es inclemente en la Isla. Pero los reos prefieren eso, a vivir encerrados en los Centros de Readaptación Social. Temprano tiene que ir a la melga, porque el que no quiera ir lo llevan a La Borracha.
José Vargas resume las infracciones por las que te llevan ahí: "Te jalan por cualquier cosa, si te paras tarde, te llevan, si no quieres ir a la lista o a la melga te jalan para allá, por cualquier cosa te digo", apunta.
Esta Isla está divida en 13 espacios, de los cuales, 11 son campamentos para internos. El Gobierno Federal asegura que es un modelo de readaptación exitoso. Celina Oceguera Parra, titular del Organo Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal este archipiélago les da la oportunidad de readaptarse a la sociedad y la mayoría ha cumplido con ello.
Pero vivir en Islas Marías no es fácil y no sólo por los muros de agua, como los llamó el escritor José Revueltas, quien estuvo en esta prisión. El tiempo parece perderse en este pueblo de contradicciones. Los reos andan en bicicleta, por todos lados, pero no pueden ir a la playa y tienen que sortear los castigos, robos y delitos que según ellos, los mismos custodios permiten.
El control es excesivo, opinan, para pasar de un campamento a otro es necesario solicitar un pase a las autoridades, para ir al hospital también "aunque te estés muriendo".
Conrado Jaimes Campusano dice que a veces no hay "poder humano" que haga que las autoridades del penal les hagan caso.
"Yo ya cumplí mi sentencia que me dieron de 10 años y ahora dicen que no he terminado que me faltan cinco años y ellos me dicen que yo tenía otros cinco, pero yo ya le pague 10 años, y no me quieren enseñar mi sentencia, que es eso, un señor ahí Pedro Molina, me empapeló y ahora no me han dicho nada", se queja.
En las anchas y terrogosas van y vienen los reclusos y sus familiares, El "Fili" saluda al "Guama". Van con su historia a cuestas, que cuentan sin reparo cuando se les pregunta por què están en ese lugar.
Luego acusan que el control ha subido de tono. El pan por ejemplo, lo venden cuando deberían darlo en el comedor. Para poder vender sus artesanías, tienen que dar una parte a las autoridades, para que ellos vendan esa parte sin darles ninguna remuneración por ello.
Para muestra un botón: para el séptimo taller de capacitación sobre el protocolo de Estambul, los funcionarios se fueron, después de un recorrido, con sus regalos artesanales, sin recibir ni un peso.
Como sea, cuando el sol comienza a esconderse, los reos dan "gracias a Dios", porque otro día se ha ido. Hay que volver a empezar a contar las horas y los minutos que quedan para la libertad completa, no a "medias", dice Fili, luego se carcajea.
1 comment:
muy bueno aunque no se por que la casa del diablo =O
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