Monday, April 28, 2008

Epidemia de nostalgias

Cuando te escuché llorar me dolió el corazón. Abriste la herida que creí había sanado e hiciste que la sangre saliera a borbotones.
Apenas pude encontrar aguja e hilo antes de que me desangrara. Te amo y te extraño tanto mi hermosa amiga que odio no poder correr a encontrarme contigo, como desde hace más de 10 años, como cuando la distancia se empeñaba en separarnos y nosotros burlábamos el tiempo, el desgano y la desazón sólo para mirarnos y reconocernos como un reflejo.
Pero no, esta vez no...tenías que echar tierra de por medio, tenías que dejarme así con la herida sangrante.
Sabía que pasaría, sabía que esto no había sanado, sabía que enterré al muerto, pero no me deshice de su fantasma, sabía que estaba todo aquí haciéndole grietas a este corazón tan resquebrajadizo.
Me dolió oírte, porque me recordó que sigo atada a una vida que ni yo misma creo que me pertenezca.
Ese delgado hilo para no seguirte, para no rescatarte es únicamente la sonrisa a veces perenne y a veces efimera de un hombre que se parece tanto al que me inventé, al de los cuentos que me gustaba escuchar, donde las princesas no existían y los hombres eran libres y el amor dolía hasta la muerte. Esos cuentos donde los dragones eran protectores de niñas que sólo queríamos que la pasión nos entrara por las venas.
Heme aquí mi hermosa niña, queriendo huir de todos y de todos y atada a una razón que mi corazón no entiende ni entenderá.
Me dolió escucharte, tu llanto llamó mi nostalgia.
La lluvia causó una epidemia de nostalgia y tristeza, eso creo. Hoy en la ciudad parecen haberse dado cuenta que las heridas sangran...
la mía no deja de sangrar, pero la he cosido con el hilo de mi anhelo por volver a encontrar un momento en el que toda esta mierda deje de oler tanto.

Sunday, April 20, 2008

Entre médicos e intuertos.

Dice mi sabia madre que hace algún tiempo, a las mujeres recién paridas les decían que no tuvieran relaciones porque se "podrían por dentro". Fabiola, mi cuñada, dice que conoce a una amiga que conoce a alguien que efectivamente se pudrió. Yo no les creó.
Lo que sí les creo es que ser mujer es verdaderamente complicado.
Ser Adelita es una convicción. En eso estaba, tratando de entender la mente de Rosalinda Hernández, una cuarentona quedada que vive en Tlalpan y que no tiene reparos en manifestar su amor por Andrés Manuel López Obrador. Rosalinda es terca como las mulas y tan buena como el pan de pueblo.
Justo cuando ella me daba una cátedra sobre la oscura intención de Felipe Calderón de privatizar Petróleos Mexicanos, yo sentí que se me caía el mundo.
Tenía una hemorragia vaginal, 60 pesos en la bolsa y la orden de quedarme con las Adelitas hasta que la noche nos agarrara.
Lo pensé...algunos dicen que no debí hacerlo, pero sí, pensé primero en mi trabajo, así que hablé con mi editora, que después de ir a consultarlo me dio permiso de irme del plantón, lo que no sabe es que yo ya estaba camino al hospital.
Cuando llegué a urgencias la hemorragia no paraba, comenzó a disminuir 10 minutos después de que un enfermero me inyectó algo en las venas...tardó cinco minutos en encontrarla...
Pensé que con eso bastaría, pero luego el doctor dijo que tenía que hacer un tacto...nunca pensé que alguien pudiera meterte los dedos con tanta desfachatez.
Y no conforme, todavía le dijo al interino, es decir el estudiante que también metiera sus dedos...
Yo cada minuto me sentía peor. Para cuando el radiólogo dijo que mi utero estaba bien...yo lo único que quería era irme a casa.
El Hospital de Jesús es un hospital muy viejo, antes de inyectarme casi sin mirarme las pompas, Cristina, la enfermera le dijo al Dr. Barrera que había una mujer que se aparecía en la noche en el Hospital, el dolor se acrecentó de manera directamente proporcional a la narración.
Pero el Dr. la interrumpió justo antes del climax de la historia, para contarle que eran mentiras que se había "tirado" a la Dra. Marta, que incluso ella le había ofrecido una disculpa por haberse emborrachado y aceptar ir con él a su casa.
Y yo me estaba haciendo pipí, porque tenía que esperar a que mi vejiga se llenara para que me hicieran el ultrasonido.
Para cuando el doctor contó detalles del manoseo...que no se consumó, yo quería orinarme en la bata de hospital...así que tuve que gritarle que me llevaran al ultrasonografía...
Luego no pude contener el llanto.
Ni siquiera sé por qué lloraba, si por el legrado, por estar tan sola, por extrañar a Ramón, porque la puta vida no se conforma y me pone más pendejas pruebas, porque mi madre estaba tan lejos y tan cerca, porque el hospital me cobraría tan caro, porque mi pantalón lo tuve que tirar a la basura, porque Rosalinda no tiene ni puta idea de la reforma energética y la están usando, porque el País es una mierda o porque no sé quién chingados soy y a dónde voy
El caso es que lloré como una niña, después me quedé dormida y cuando desperté ya todo había pasado. Todavía me siento mareada y de repente me dan dolores, mi madre sabia, dice que son los intuertos...que le dan a todas las mujeres que han tenido un parto, porque todos sus órganos regresan a su estado natural.
Dice que un legrado es como un parto, aunque sea por cuestiones distintas al embarazo, aunque sea como en mi caso, por quistes, tumores, y bolas de carne que se forman sin aparente razón alguna.
En fin...yo me muero de ganas por continuar mi vida...pero sigo aquí, todavía mareada, como lo he estado desde hace un mes...todavía no me recupero de los golpes que me ha dado el destino...en fin trataré de darle al menos uno...
Mientras me recupero de los intuertos.

Wednesday, April 2, 2008

Los malabares de la vida y las segundas oportunidades

Se llama Elena. Dice que es "menudita" pero que Pancho le dice que está "re buena", porque tiene de todo.
Aunque tiene un defecto, que a casi nadie le cuenta.
--Te lo voy a decir nada más porque me caes bien méndiga chaparrita, pero me hacen burla porque tengo mi dedo gordo más chico que el que le sigue ¿Cómo se llama?--susurro.
--No sé, ¿el segundo?--respondí.
--Bueno ese no sé como chingados se llama, pero es ese.
Elena tiene 32 años y no tiene un brazo. Ha contado la historia de cómo lo perdió cientos de veces, una más, asegura, no le provoca ningún sentimiento.
Ella se enamoró, cuando llegó al Distrito Federal, no sólo de la ciudad, también de Mario Pérez, un albañil que trabajaba en la construcción de un edificio en la delegación Atzcapotzalco y que no perdonaba el trago del día.
Antes de decir cuán enamorada estaba hace muecas.
Llegó de Coxcatlán, Puebla cuando tenía 19 después de que su tía Consuelo la recomendó con su madrina para que trabajara en una casa en Polanco.
Pero la madrina no conocía ninguna casa en esa zona, resulta que ni era madrina, sino esposa del dueño de un bar en Azcapotzalco, donde quería que Elena y su hermana Catalina trabajaran de meseras.
Elena se escapó un día. A Catalina la metieron a la cárcel porque hirió a un borracho con un cortauñas, todavía está presa.
Cuando Elena huyó era de noche, no sabía donde ir y decidió dormir en la banca de un parque donde compartió la miseria con cuatro chavos de la calle: el "tuercas", el "puebla", la "chola" y la "mula".
--Me cae que son a toda madre esos gueyes que viven en la calle, pero la gente es bien mala no entiende y hasta les da miedo como si fueran delincuentes, aunque algunos si son bien cabrones--dijo al mismo tiempo en que agarraba la escoba con su mano izquierda, la que le queda.
--Pero cuéntame de Mario-- insistí.
Luego de que soltara carcajadas que hicieron voltear a dos PFPs que nos miraban, me contó que Marió fue el culpable de que perdiera el brazo.
El tenía 39 años cuando Elena tenía 23 un día llegó borracho y vació sobre el brazo de ella un balde de agua hirviendo, luego la llevaron a la Cruz Roja, las heridas fueron muy severas y después de cinco días le amputaron el brazo.
En menos de cinco minutos me lo contó. Se ahorró las horas de alaridos por el dolor de las quemaduras, la pelea legal con Mario y los jaloneos con una amiga activista que quería demandar a Mario por violencia intrafamiliar.
Se ahorró las horas de angustia que sufrió una año después al pensar que nadie le daría trabajo, se ahorró la descripción de las ganas de matar a Mario y siguió contando una historia que ya me tenía atrapada entre la admiración y el asco por la vida.
Elena siguió amando a Mario, regresó con él y tuvieron un hijo. Mario siguió golpeándola, bebiendo cada minuto más y engañándola con cuánta puta que su sueldo de albañil le permitía pagar.
Luego me contó de los festines que Mario se daba entre putas con lonjas, mezcal barato y cocaína de muy mala calidad.
Sin más explicaciones interrumpió la parte de las fiestas para decir abruptamente que a Mario lo mató el esposo de una mujer con la que andaba. No dio detalles.
--Pero lo quise un chingo al cabrón, ahora ya está en el hoyo, allá se va a quedar por andar de cabrón, ojalá no venga a jalarme las patas--suelta riéndose.
La vida se le va en risa, ríe mucho. Se carcajea, o sonríe discreta o nerviosa. Cuenta que un día le dolió el estómago de tanta risa.
Así va cargando su historia, que todo el mundo se sabe, la secretaria de Aviacsa, el piloto de Aeroméxico, el reportero de la Jornada, la empleada del Burger King, un policía auxiliar regordete que le "echa el perro", todos, menos su jefe, el de la empresa de mantenimiento que la contrató hace cinco años.
Allá va barriendo con alegría los pasillos ambulatorios del Aeropuerto.
Antes de irse...dice que está enamorada de Pancho, que ya no le pega y que la quiere con todo y su dedo gordo y afirma que ha aprendido mucho de la vida...como si no me hubiese quedado tan claro.
Yo aprendí más, Elena le ha dado a la vida más oportunidades de las que una puta le da a un cliente impaciente que tarda en tener un orgasmo.
Le dio oportunidades al amor y también a la vida...es una auténtica malabarista de la casualidad y el destino...allá va, con su traje azul impecable su escoba y su recogedor, levantando el polvo de la felicidad...que muchos ni siquiera hemos olido.
Gracias Elena...
La próxima vez pensaré en darle una oportunidad a la vida...al amor...ya se la dí.

Tuesday, April 1, 2008

Idilio con mi profesión

Amo mi trabajo, me encanta salir a la calle atisbar a la gente, mirar todo lo que funciona y lo que no, en esta sociedad tan contrastante, tan absurdamente divertida y triste al mismo tiempo.
Me encanta pensar que soy cualquier persona que veo en la calle, desenredar la historia, y escribir lo que cree y lo que piensa.
El día que conocí mi profesión me enamoré profundamente de ella, es uno de los amores más grandes de mi vida.
¿Por qué tenía que ser tan puta? ¡Carajo!
Estaba tan enamorada recuerdo que cuando llegué a REFORMA estaba tan contenta que no pude dormir.
Soñaba todo el tiempo con todo lo que quería y podría amarla.
Y la muy puta me engañó.
Mi idilió duró muy poco, y todo por el gusto de un jefe solitario, con su amargura en las venas y enamorado de la belleza superficial, esa de las medidas perfectas y la cara de muñeca. Adicto a la cocaína para escapar de la realidad y para ver la vida que se niega a vivir.
Pero a pesar de los malos tratos, las sinrazones, las peleas, aún así era feliz porque me gustaba salir a la calle y volver a hacer mía todos los días mi profesión, para luego recortar maniaticamente los periódicos que guardaría en mi memoria y que también se quedaría en la de algunos otros...pero las cosas cambiaron y por una decisión burocrática todo terminó..
Decidió que no existía para ella...y así estoy navegando en la nostalgia y esforzándome por nada, mi nombre no aparece más, mis historias tampoco, estoy sin estar.
Un capricho injusto destrozó mi corazón y dejó heridas que por más bálsamo nunca se cierran.
Entonces me despierto con asco todas las mañanas. Me levanto como la mujer que se levanta preguntándose para qué carajos quiere el amor de un hombre que la abandonó, si le sigue doliendo más que su propia vida.
Por qué entre más amor le dí, más golpes me propinó.
Y él jefe sigue ahí consumiendo droga, encerrado en su mundo ideal de cifras, encarcelado en un amor imposible, viviendo con su soledad...
pero yo estoy peor...sigo aquí ya sin nada...ella se lo llevó todo y ni siquiera sé si el día que vuelva podré volver a mirarla, a abrazarla y decirle cuánto quiero amarla.
Se tecleó el punto final...hay historias...pero no hay dónde contarlas.