Amo mi trabajo, me encanta salir a la calle atisbar a la gente, mirar todo lo que funciona y lo que no, en esta sociedad tan contrastante, tan absurdamente divertida y triste al mismo tiempo.
Me encanta pensar que soy cualquier persona que veo en la calle, desenredar la historia, y escribir lo que cree y lo que piensa.
El día que conocí mi profesión me enamoré profundamente de ella, es uno de los amores más grandes de mi vida.
¿Por qué tenía que ser tan puta? ¡Carajo!
Estaba tan enamorada recuerdo que cuando llegué a REFORMA estaba tan contenta que no pude dormir.
Soñaba todo el tiempo con todo lo que quería y podría amarla.
Y la muy puta me engañó.
Mi idilió duró muy poco, y todo por el gusto de un jefe solitario, con su amargura en las venas y enamorado de la belleza superficial, esa de las medidas perfectas y la cara de muñeca. Adicto a la cocaína para escapar de la realidad y para ver la vida que se niega a vivir.
Pero a pesar de los malos tratos, las sinrazones, las peleas, aún así era feliz porque me gustaba salir a la calle y volver a hacer mía todos los días mi profesión, para luego recortar maniaticamente los periódicos que guardaría en mi memoria y que también se quedaría en la de algunos otros...pero las cosas cambiaron y por una decisión burocrática todo terminó..
Decidió que no existía para ella...y así estoy navegando en la nostalgia y esforzándome por nada, mi nombre no aparece más, mis historias tampoco, estoy sin estar.
Un capricho injusto destrozó mi corazón y dejó heridas que por más bálsamo nunca se cierran.
Entonces me despierto con asco todas las mañanas. Me levanto como la mujer que se levanta preguntándose para qué carajos quiere el amor de un hombre que la abandonó, si le sigue doliendo más que su propia vida.
Por qué entre más amor le dí, más golpes me propinó.
Y él jefe sigue ahí consumiendo droga, encerrado en su mundo ideal de cifras, encarcelado en un amor imposible, viviendo con su soledad...
pero yo estoy peor...sigo aquí ya sin nada...ella se lo llevó todo y ni siquiera sé si el día que vuelva podré volver a mirarla, a abrazarla y decirle cuánto quiero amarla.
Se tecleó el punto final...hay historias...pero no hay dónde contarlas.
1 comment:
Siempre hay dónde contárlas amiga. Y sus historias merecen ser contadas....Es una puta pero te puede hacer feliz con sólo una sonrisa y por esa -a veces- vale la pena tanta mierda.
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