Cuando te escuché llorar me dolió el corazón. Abriste la herida que creí había sanado e hiciste que la sangre saliera a borbotones.
Apenas pude encontrar aguja e hilo antes de que me desangrara. Te amo y te extraño tanto mi hermosa amiga que odio no poder correr a encontrarme contigo, como desde hace más de 10 años, como cuando la distancia se empeñaba en separarnos y nosotros burlábamos el tiempo, el desgano y la desazón sólo para mirarnos y reconocernos como un reflejo.
Pero no, esta vez no...tenías que echar tierra de por medio, tenías que dejarme así con la herida sangrante.
Sabía que pasaría, sabía que esto no había sanado, sabía que enterré al muerto, pero no me deshice de su fantasma, sabía que estaba todo aquí haciéndole grietas a este corazón tan resquebrajadizo.
Me dolió oírte, porque me recordó que sigo atada a una vida que ni yo misma creo que me pertenezca.
Ese delgado hilo para no seguirte, para no rescatarte es únicamente la sonrisa a veces perenne y a veces efimera de un hombre que se parece tanto al que me inventé, al de los cuentos que me gustaba escuchar, donde las princesas no existían y los hombres eran libres y el amor dolía hasta la muerte. Esos cuentos donde los dragones eran protectores de niñas que sólo queríamos que la pasión nos entrara por las venas.
Heme aquí mi hermosa niña, queriendo huir de todos y de todos y atada a una razón que mi corazón no entiende ni entenderá.
Me dolió escucharte, tu llanto llamó mi nostalgia.
La lluvia causó una epidemia de nostalgia y tristeza, eso creo. Hoy en la ciudad parecen haberse dado cuenta que las heridas sangran...
la mía no deja de sangrar, pero la he cosido con el hilo de mi anhelo por volver a encontrar un momento en el que toda esta mierda deje de oler tanto.
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